10 de noviembre de 2013

En Sichuan y Gansu: Descubriendo el interior


En la primera semana de octubre se celebra una de las dos grandes festividades en China, la que conmemora el establecimiento de la República Popular de China en 1949, y millones de personas se desplazan en lo que son los días de mayor afluencia turística (turismo nacional) en el país.

Nosotros no quisimos ser menos y organizamos (bueno, hay que reconocer el mérito de la organización a otras, ¡gracias!) un viaje al centro de China: las provincias de Sichuan y Gansu.  Dos provincias, especialmente la segunda, de la que muy pocos habrán oído hablar pero que conjuntamente tienen el doble de población que España.

Nuestro viaje no fue a las grandes urbes como en otras ocasiones, al contrario, buscábamos naturaleza y otras experiencias que sin duda conseguimos durante los cinco días. El itinerario de este viaje se centra en cuatro puntos:

JIUZHAIGOU 九寨沟

Situado al norte de Sichuan, Jiuzhagou es probablemente uno de los parques naturales de China más increíblemente desconocidos fuera del territorio nacional. Cierto que la accesibilidad al parque no es sencilla, el aeropuerto internacional más cercano es el de Chengdu, a varias horas, pero siempre he pensado que si estuviera en otro país más exótico se conocería mucho más.  



Más típico de un paisaje en los Alpes suizos o en pleno corazón de Canadá,  el Parque Natural de Jiuzhaigou está compuesto por dos valles en los cuales hay desparramados 118 lagos de color turquesa y asombrosa transparencia. Antes de ir, al ojear algunas fotos en Google (error que repito una y otra vez antes de ir a un sitio) supuse que había Photoshop en cada pixel, por lo que la sorpresa al llegar a Jiuzhaigou y comprobar que realmente era así fue mayúscula.

Estuvimos un día entero por el parque, intentando hacer uso del bus interno que te lleva por el valle lo menos posible, pues lo que merece la pena es recorrer uno a uno todos los lagos y cascadas del parque.  Con madrugar un poco, en un día lo puedes completar sin problema, lo que tu bolsillo además agradecerá porque la entrada es de las más caras que he visto en todo el año.











HUANLONG

Al igual que Jiuzhaigou, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se trata de un valle en el que se han formado unas terrazas de depósitos de calcita (Wikipedia dixit) que bien parecen multitud de piscinas naturales, todo ello rodeado de paisajes de montañas y de templos a lo largo del recorrido.

Huanglong se encuentra a tres horas del pueblo de Jiuzhaigou, por lo que es muy buen plan ir a la zona y emplear un día en cada sitio. Además, el paisaje montañoso de un lugar a otro también merece mucho la pena, llegando a tener que cruzar un paso a 4.000 metros de altitud.







LANGMUSI

Después de un eterno trayecto de casi ochos horas por infinitas llanuras llegamos a Langmusi.



Langmusi es un pequeño pueblo tibetano en la provincia de Gansu. Nuestro interés en este lugar se debe a que era nuestro punto de partida a una excursión a caballo que nos debía conducir a una aldea tibetana en medio de montes y llanuras. Y así fue. Después de comer algo de “western food” (sinónimo de decepción la mayoría de veces) nos convertimos en jinetes por un día. En compañía de dos locales, “cabalgamos” durante cuatro largas horas por montañas, riachuelos, valles, en medio del silencio más absoluto. Entrecomillo cabalgamos porque la mayoría de los caballos hacían lo que querían, siendo nuestra capacidad de decisión sobre ellos muy reducida.

Al llegar a la aldea, con unas agujetas en las piernas y en las ingles dignas de haber corrido tres maratones seguidas, nos encontramos con cuatro cabañas, cientos de yaks y otras tantas ovejas. Una decena de locales nos esperaba para ayudarnos a alojarnos.

De las siguientes horas podría contar muchas cosas, pero me quedo en primer lugar con el mejor arroz que he probado desde que hace más de un año llegara a China. En segundo lugar, con la señora que recogía los excrementos de yak que luego servían de combustible para cocinar ese arroz. Y en tercer lugar, la felicidad de una niña que no hacía otra cosa que correr ladera arriba y ladera abajo con la cara llena de tierra.












MONASTERIO DE LABRANG

Nuestra última parada fue en el Monasterio de Labrang, el mayor de los templos tibetanos situados fuera de Tíbet. El complejo, con capacidad para 4.000 monjes, acoge en la actualidad a muchos menos, aunque aún más de un millar. Templo de culto para muchos creyentes, también es un lugar donde los monjes se dedican años a estudiar algunas especialidades como teología, filosofía o medicina.

A pesar de lo sagrado del lugar, de lo espectacular del templo y sus alrededores, y del ambiente que se respiraba en el recinto, algunos pequeños detalles (ver a todos los monjes enganchados al  último iPhone o la atracción turística, en el sentido negativo de la expresión, en la que se ha convertido el lugar) dejaron un regusto amargo en la visita al lugar.






En definitiva, cuatro lugares perdidos en el centro de la gran China, y un excelente viaje para acercarnos a esa mitad de la población china que vive en las zonas rurales, así como a la etnia tibetana, presente a lo largo de todo nuestro recorrido. 

13 de octubre de 2013

Timos y estafas: a por el guiri


Por experiencia, una pequeña anécdota o un pequeño detalle, puede afectar a la percepción que se tenga sobre un viaje, otorgándole a veces una importancia exagerada. Esto suele ser más intenso y más frecuente cuando se tratan de anécdotas desagradables. Una de estas anécdotas son las estafas comunes que se producen en numerosos países asiáticos.

No creo que sea justo con la ciudad que alguien se lleve una mala imagen de Pekín como destino turístico solo por el hecho de haber sido estafado (aunque obviamente, y yo el primero, la sensación de frustración e impotencia no es nada agradable). Es por ello, por si algún futuro viajero a Pekín o China se topa con este post, que quería contarles acerca de un par de timos frecuentes. Por suerte no los he vivido en carne propia, pero no hay que buscar mucho para encontrar a algún afectado.

La más conocida es quizás, el timo del té. Localizado en las zonas turísticas de Tiananmen, Ciudad Prohibida o Wangfujing, una o varias personas localizan primero su presa: extranjeros (laowais) ingenuos. Su principal arma para convertirse en sus amig@s es un notable inglés (a veces castellano y otros idiomas también) y jugar con aspectos como “estoy estudiando inglés y me gustaría practicar” o “vengo de un pueblo y querría conocer a alguien para ver tal sitio”.

La estafa consiste en, tras un tiempo prudencial de visita (aunque a veces ni se produce), en la invitación a tomar un té o a ver una ceremonia del té a un lugar que conocen y al que se ofrecen a llevarte y acompañarte. Una vez allí, disfrutado el delicioso té, los dueños del local exigirán el pago de entre 100 y 1.000 RMB (12 y 120 euros) por la tacita de té. La persona que te ha acompañado (en perfecta cooperación con el personal del local) se hará la loca y, en algunos casos, te ofrecerá que lo paguen a mitad. Debido a la confusión, la inseguridad de un lugar que no conoces y la poca fiabilidad de la justicia en China, es muy probable que acabes pagando lo que te piden.

El segundo timo es habitual de taxis y algunos establecimientos comerciales como los mercados de falsificaciones. La trama consiste en pagar lo pactado (sea una prenda, un trayecto de taxi, etc.) y, una vez que el taxista o dependiente tiene el dinero en su mano, te da el cambiazo con otros billetes que tiene falsos, te los devolverá y te dirá que esos no valen. Tú recibes lo billetes falsos y le preguntas que cómo es posible, que los sacaste del banco directamente. Llegados a este punto es difícil demostrar el cambiazo, por lo que como es habitual en estos casos, más vale prevenir (estar siempre atento) que curar.

Estos casos tendrán sus variantes y además habrá otros mil tipos de estafas de este tipo (también las grandes estafas comerciales están a la orden del día). Por lo tanto, a la hora de viajar a China mucho cuidado con ellas y, si le llega a ocurrir, intente que la experiencia no afecte sobremanera a la satisfacción general que tiene con el país. 



3 de octubre de 2013

Una hora en China


Una hora. Ese es el tiempo aproximado de mi vida (algo menos) que he estado en China si jugamos a trasladar tus años de vida a las horas que tiene un día. Quizás es una tontería, pero verlo desde esta perspectiva me ha hecho pensar que es más de lo que pensaba. No es solo un gran año de mi vida, una sucesión momentos difícilmente olvidables. Tampoco es un año que he pasado lejos de casa, a 10 mil kilómetros de donde se supone que tenía que estar. No es solo eso.

Este año ha hecho que, sin darme cuenta, no sea el mismo. No en el mal sentido de la expresión, creo, sino en la evolución que sufres inevitablemente tras esta experiencia. Cambia tu forma de ver las cosas, de afrontar las dificultades, aprendes a tener paciencia, a entender y ponerte en la piel de los demás y a disfrutar con las pequeñas cosas. Y sobre todo te conoces a ti mismo. Y conoces, más aún en un país como China, la inmensidad del mundo, con su diferencia de culturas, de pensamientos y de costumbres.  

Solo una hora. Y claro, una hora se te pasa volando. Se te pasa volando porque la naturaleza humana es como es. Quieres que pase el tiempo rápido hasta que llegue el momento que quieres. Tu primer gran viaje: Singapur, Kuala Lumpur y Bali. O ese momento en el que harás tu primera gran incursión por la China rural. O un viaje a Tailandia con grandes amigos. O a Seúl. O el momento en el que te reencontrarás con tus padres y tu hermano después de 10 meses, ¡10 meses! O, sin ir tan lejos, la simple llegada del fin de semana –para hacer un combo Heavens + Kokomo, claro-. O tantos otros momentos que esperas y que parece que no llegan, y que son los culpables de que no te des cuenta de que el tiempo se te está escurriendo como arena entre los dedos.

Una hora. Y aunque parezca mentira no daría marcha atrás al reloj. Claro que hay cosas que te gustaría cambiar, pues todo siempre puede salir mejor, pero eso forma parte de este juego. Sí que a veces tengo la tentación de parar el reloj, de que este momento dure un poco más. Arañar unos segundos al tiempo al menos. Pero no. Aún quedan muchas horas por delante y lo importante es aprender a sacar provecho a cada hora, a cada segundo. Y ser feliz.




PD: Siento comunicarles que trataré de devolverle algo de vida en estos meses al blog, que entre una cosa y otra lo he tenido abandonado.  

28 de agosto de 2013

Un verano en China


Por fin parece que el calor nos da un poco de tregua y es hora de echar la vista atrás. No puedo hacer una comparación con otros años para evaluar si este verano ha sido más caluroso de lo normal o no –aunque en Shanghai han llegado a topes históricos-, pero lo cierto es que a pesar de las altas temperaturas y de los niveles de humedad importantes, me esperaba Pekín más insoportable. Lo cambio por el invierno sin dudarlo un segundo. El ambiente en las calles se vuelve más alegre, afloran las terrazas, las botellas de  Tsingtao y de Yangjing (conocidas cervezas locales) se multiplican y el aire acondicionado se convierte en un bien de primera necesidad. En definitiva, los mismos síntomas de verano que se pueden dar en Barcelona o en Milán.

Sin embargo, no todo es tan normal como parece. Sin ir más lejos, allá por mayo-junio, te extraña que en el día más despejado que ha hecho desde que llegaste a Pekín, la gente vaya proveída de paraguas. Como te han dicho que verano es la época más lluviosa del año –es totalmente cierto-, piensas que se trata de gente precavida. 


Sin embargo, nos adentramos en los meses más calurosos y los paraguas se reproducen como una plaga, al tiempo que las viseras de las gorras se ensanchan y las gafas de sol empiezan a cubrir por completo la cara de las chinas. Incluso parece que las blusas son todas de manga larga. Algo sucede. 


A pesar de las evidencias, no empiezas a reflexionar sobre el significado de todos estos detalles hasta el momento que ves a una señora conduciendo una bicicleta con una máscara propia de un soldador. Verídico y no es un caso aislado.


Lamentablemente, ninguna de estas dos señoras porta la mencionada máscara

En ese momento la sospecha de que las chinas no quieren ponerse morenas se convierte en la mayor de las certezas. Ya sabía que los cánones de belleza difieren mucho según la parte del mundo en la que estés, pero eso no rebaja la sorpresa al comprobarlo de una manera tan abrumadora.

Por supuesto, esta súper protección contra los rayos solares –que la piel agradece, dicho sea de paso- supone dar un uso a la playa muy diferente a la que se le da en muchas partes del mundo. Para un chino, ir a la playa no es ir a tomar el sol. Supone, en primer lugar, ir a ver el mar –gran parte de la población del interior del país no tiene esta oportunidad muy a menudo. También es refrescarse en la orilla del mar del calor reinante, con los pantalones a media rodilla. O, para los más atrevidos, supone darse un chapuzón a cuerpo entero. Por tanto, la acumulación masiva de gente no se produce en la arena, con cientos de personas tumbadas como lagartos expuestos al sol, sino a la orilla del mar.



La escena en la playa se vuelve más divertida aún por la aglomeración de flotadores de todos los tamaño y colores, pues en China es muy común no saber nadar. 

El origen de esta obsesión por mantener la blancura de la piel proviene, como decía, de los cánones de belleza en China. Históricamente y aún hoy, estar moreno se relaciona con los campesinos que pasan horas trabajando de sol a sol y que por ende están nigérrimos. Coger color significa ser uno de ellos, y siendo la china una sociedad clasista, es algo que ha acabado enraizándose en los patrones de belleza del país. No obstante, es curiosa la importancia que tiene este patrón en el género femenino, muy por encima de la que se le da entre los hombres.

Precisamente, entre los hombres hay otra costumbre muy extendida que no pasa desapercibida para aquel que lleva en el país poco tiempo. Más que costumbre, se trata de una forma de mitigar el calor, y consiste en remangarse la camisa hasta debajo del pecho, dejando la barriga al descubierto. No seré yo quien ponga en duda la efectividad de tan peculiar método.



Y como China siempre depara sorpresas mayúsculas, este verano no ha sido diferente. Al noreste del país llegó una plaga de algas verdes a principios de julio que dejó las playas de Qingdao en este estado.


Para ver más fotos pinchar aquí o aquí, merece la pena verlas.