Hace ya cinco meses que desembarcamos en este país al que llegamos
sabiendo que no nos iba a dejar indiferentes, que íbamos a vivir cosas que nos
resultarían extrañas y que una vez que nos vayamos seguro que nos habrá cambiado
de una manera u otra.
Cinco meses dan para habituarte a muchas cosas: a comer con palillos
(ahora lo raro es comerte unos noodles con tenedor), a ir en bici esquivando todo tipo de
obstáculos, a los olores (aunque no es fácil), etc. Sin embargo siempre hay
alguna cosa que te sorprende, algún imprevisto en tu paseo que te hace dar
cuenta que no estás en tu barrio de siempre.
Como aquella vez que, a -15 grados volvíamos a la oficina después comer
y nos encontramos con un hombre que se había montado una peluquería/barbería en
medio de la acera. Parece que el negocio no le fue mal porque suele estar muy a
menudo. Pero por buen negocio que sea no me imagino a alguien haciendo eso en
medio de una céntrica calle de Madrid.
O todas aquellas veces que te encuentras a las chinas, y algún chino,
normalmente mayores todos de 50 años, reunidos en cualquier punto de la ciudad
para ponerse a bailar, a hacer taichí o cualquier danza que conlleve ejercitar
los músculos. Solo les hace falta un cassette y muchas ganas, sobre todo en
invierno cuando hacía menos diez grados y 400 de contaminación y lo menos que
apetece es pisar la calle. (Ya subiré algunas foto que ahora que estamos a más de cinco grados se han reproducido y hay un grupito cada 200 metros).
Los hay que nos les gusta mucho mover el cuerpo, pero esos también te
sorprenden de alguna manera. Si no, echen un vistazo a las macro partidas de
cartas que se montan. A los torneos de baloncesto de las fiestas de mi ciudad
iba bastante menos gente.
Esos shocks inesperados te pueden pasar en cualquier momento, pero en
el fondo los agradeces enormemente. Te hacen sacar una sonrisa, o un gesto de
negación que quiere decir “esta gente está loca”. No hace falta buscar esos
momentos, te puede pasar yendo al trabajo, mientras esperas en un paso de
peatones, y se te para al lado un carromato de este tipo (no es fácil volver a comer huevos después de esto):
Quizás una de las más inesperadas fue en Dalian (ciudad al noreste de
China). Había oído que en Pekín hay una calle donde los padres y madres se reúnen
para buscar pareja a sus hijos, aunque la verdad se me había olvidado el tema.
En Dalian nos topamos de bruces con un auténtico mercado de (aspirantes a) esposos
y esposas. Madres que colocaban el perfil de sus hijos e hijas (una mezcla de
Linkedin y Facebook) en un pequeño parque en el que había cientos de hojas con
perfiles de jóvenes de todo Dalian. En el perfil se detalla el sexo, la edad,
el salario, las posesiones y los estudios de los aspirantes, de manera que los
padres van dando vueltas por todo el parque leyendo los papeles a ver si hay
alguno/a que cumpla sus requisitos. Ni los intercambios de cromos que hacíamos
de pequeño daban para tanto…
Ah, también había señoras de 70 años que dejaban
allí su papelito diciendo lo que buscaban (una especie de carta a los reyes
magos), a ver si había suerte y picaba algún jovencito.
La muchacha de este cartel tiene 25-26 años. En China a esa edad lo normal es estar ya casad@
No dejan de sorprender los chinos nunca. También su forma de ser a
veces te descoloca. Al principio los tenía por gente bastante tímida. Luego te
das cuenta de que hasta cierto punto, y que como en todos lados hay de todo.
Pero lo que no te esperas, por ejemplo, es que a nadie le extrañe que en medio
de los vestuarios de un gimnasio haya un baño con una puerta de cristal
transparente. Supongo que el raro seré yo por no sentirme demasiado cómodo ahí
dentro.
Con este post simplemente quería contar algunas anécdotas del día a día
que te puedes encontrar y que, como decía, por lo general se agradecen. Te permiten
volver a la realidad y por tanto recordarte que hay que disfrutar de todos esos
detalles y experiencias que nunca sabes cuánto tiempo más vas a vivir.
Por otro lado, tengan en cuenta que Pekín en cierta manera está
bastante occidentalizada si lo comparamos con ciudades menores y no digamos ya pueblos
perdidos del interior. Es ahí realmente where
amazing happens. O como hubiera dicho Obelix si le hubiera dado por darse
una vueltilla por aquí:
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