30 de noviembre de 2012

Curiosidades de un piso chino


Antes de venir a China me preguntaba constantemente cómo serían las casas aquí. ¿Habrá muchas  diferencias? Estaban las típicas preocupaciones como saber qué habrá en una cocina china, cómo será el baño, o el largo de la cama por mencionar algo más específico.

La conclusión a la que he llegado es que viendo lo diferente que son las cosas aquí y los choques culturales que te puedes encontrar, las casas son bastante parecidas a una casa estándar en España. Eso no quiere decir que no te lleves sorpresas, ni mucho menos.

Una de las primeras cosas que debes conocer al irte a vivir a una casa china es cómo funciona el tema de gastos (gas, agua, electricidad, etc.). El sistema es bastante curioso, se trata de unas tarjetas que tiene cada casa y que tienes que llevar al banco a recargar cuando se te acaba el gas, electricidad o lo que sea. En teoría, ya que todavía estamos en proceso de conocer el funcionamiento al 100%, te avisan de que se está agotando el saldo y así sabes cuándo debes ir al banco.

De momento solo sabemos cómo te avisan de que te estás quedando sin electricidad y es que el otro día nos quedamos sin luz. Al parecer, hay (por fuera de la casa, en medio del pasillo común) un interruptor general de la casa que se baja para avisarte de que estás quedando sin electricidad, con lo que tú tienes que subirlo y tan pronto como puedas ir a cargar la tarjeta. Pues bien, en la transmisión de información con el casero algo falló, pues no lo sabíamos y nos pasamos casi 24 horas sin luz hasta que conseguimos averiguarlo.

Con la luz y el gas todavía no sabemos qué va a pasar (aun queda saldo por lo visto), pero me temo que en breve podré contarles algo más.

Respecto a mis preocupaciones anteriores, la verdad que todo han sido cosas positivas dentro de lo que cabe. La cocina china es una cocina normal española de toda la vida, con una sola (pero importante) diferencia: no hay horno. La verdad que en cualquier parte del mundo sería un gran contratiempo, pero a decir verdad, aquí, como no hay pizzas o lasaña que poder meter al horno, el mal es menor. Respecto a la habitación y el largo de la cama, ningún problema, salvo que midas más de 1,90.

El baño sí es una de las cosas que da más que hablar, aunque por suerte no es debido al váter (en muchos sitios de China es un simple agujerito en el suelo, pero en las casas suele haber uno normal). El problema viene en la ducha y la distribución del baño. Partimos de la base de que bañera no existe, lo cual era de esperar, pero también era de esperar que existiesen los platos de ducha. Y no. El típico baño chino consiste en metro y medio cuadrado en el que tienes la alcachofa de la ducha, el váter y el lavabo. Esto implica que puedes, al mismo tiempo, estar sentado en la taza, lavarte las manos en el lavabo y ducharte. El mío sería así si no fuera porque sacaron el lavabo fuera a otro cuartito (gran idea para por las mañanas, por cierto).

Otra cosa muy curiosa, y que se mantiene desde los años 60, es el suministro de calefacción en China. Todos los años, el día 15 de noviembre, el Gobierno “enchufa” la calefacción en todas las casas de China (no sé si habrá alguna ciudad en la que sea diferente) y la deja encendida hasta que acaba el inverno, allá por marzo tengo entendido. El invento no es del todo malo si no fuera porque la durante la primera quincena de noviembre o los últimos días de marzo la temperatura no es veraniega precisamente, al menos en Pekín y el norte de China. 

Y ya para acabar, una última cosa que me llamó mucho la atención los primeros días. A pesar de que las zonas comunes de las casas están de lo más descuidadas (las paredes están sin encalar, sin ir más lejos), el sistema para encender la luz en los pisos chinos es a través de sensores de sonido.  Un caso que puede ejemplificar (de manera un poco absurda) los contrastes de China.



21 de noviembre de 2012

Analizando tópicos chinos


Los argentinos tienen el ego por las nubes, los alemanes la “cabeza cuadrada”, los nórdicos son muy limpios y los italianos chulos y de poco fiar. Estos y otros tópicos los utilizamos a diario para describir a colectivos de personas. No hay población de ningún país o región que se salve de estar estereotipada, y China no es una excepción. Además de los tópicos, están las típicas cosas que te cuentan pero que hasta que no vas al lugar en cuestión no puedes comprobar: en la India las vacas tienen prioridad sobre cualquier otro elemento en la carretera o en Estados Unidos todo está hecho “a lo bestia”, por ejemplo.

El post de hoy trata de recoger cinco de los tópicos y mitos (o no) con los que venía a China y tratar de analizar cuáles de ellos eran realmente ciertos y cuáles no. Empezamos:

1. Los chinos se pasan el día escupiendo: esta probablemente sea una de las cosas más ciertas de todas las que había escuchado. Ya puedes venir muy mentalizado y concienciado que, aún así, no te dejará de sorprender la tranquilidad con la que pasan a tu lado y sueltan el “regalito” a escasos centímetros (si tienes suerte) de tus pies. De todas formas, es de agradecerles que antes de escupir nos avisen con ese sonido tan melódico y característico que tienen.



2. En China todo es barato: aquí me veo obligado a decir que sí y no. “Sí” porque es verdad que muchas cosas se pueden encontrar a un precio más barato que en España o Europa. Y “no” porque si hablamos de calidad-precio, ahí la cosa cambia y te puede salir más caro comprarte tres auriculares que te han salido rana, que uno más caro que te va bien a la primera. Yo personalmente hay cosas en las que me la juego y otra en las que prefiero no arriesgar.

3. Los chinos son bajitos: pues sin mirar las estadísticas, que deben ser bastante esclarecedoras, he de decir que sí. Les comento tres situaciones que lo demostrarían. Por un lado, lavar los platos o cocinar (de esto último no hago mucho y acabo de encontrar la excusa perfecta) es una odisea para alguien que mide más de 1,80 pues el poyo de la cocina está bajísimo. Por otro lado, te das cuenta que la estatura media de los chinos es escasa cuando te es más cómodo y natural subir los escalones de dos en dos que de uno en uno. Por último, también puede servir de prueba que la talla máxima de zapato que suelen tener las tiendas es un 44, 45 como mucho.

4. El metro en Pekín va siempre hasta arriba: al igual que antes tendré que responder con un “sí, pero depende…”. La verdad que los primeros días me sorprendió ver como no era para tanto. A las horas punta va muy lleno sí, no hay espacio apenas, también, y tienes que hacerte hueco con antelación si quieres salir no sea que te quedes atrapado, pues también, pero me lo esperaba peor. Hasta que me ha tocado en los últimos días ir un par de veces a las líneas 1 y 4 en horas punta. Una auténtica locura. Locura que además se agrava por la poca sutileza de los chinos para hacerse hueco entre la multitud.




5. Los chinos trabajan mucho: ¿quién no ha oído eso de “trabajar como un chino”? Probablemente uno de los estereotipos más extendidos, entre los españoles al menos. No he tenido demasiado tiempo para conocer a muchos chinos que me cuenten un poco, pero no acabo de estar de acuerdo del todo. Si hablamos de horas laborales, el tópico sería totalmente cierto. Muchas personas hacen jornadas de 10-12 horas diarias y resulta normal que alguien trabaje los 7 días de la semana. Ahora bien, si hablamos de que durante esas horas laborales los chinos trabajen mucho, ahí ya tengo mis dudas. Y es que encuentras por la calle muchos trabajos cuya utilidad la pongo bastante en duda. Para mí el más curioso y extendido es el de personal de seguridad (de tiendas, supermercados, de edificios de viviendas, de parques…¡de todo!).

Como pueden ver hay algunos más ciertos que otros, aunque ninguno anda desencaminado del todo. De todas formas, si tienen curiosidad por corroborar algún otro tópico relativo a los chinos (y no, no voy a analizar ningún otro tamaño que no sea la altura) ya saben donde preguntar.  

13 de noviembre de 2012

La ciudad de los rascacielos


Por fin llegó una pequeña escapada al ajetreo diario pekinés. El destino fue Hong Kong,  o Xiang gang según los chinos. El tiempo que tuvimos para visitarlo era muy escaso, solo un fin de semana, pero lo exprimimos al máximo y al final el resultado no pudo ser mejor. No creo que en unas líneas y un alguna foto pueda reflejar todo lo que me impactó la ciudad, pero por intentarlo que no quede (cuento con la gran ayuda de las fotos de Fran, ¡gracias!)

Cuando llegas a Hong Kong no tardas mucho en darte cuenta de que no estás en China (a efectos culturales digo, no se vayan a enfadar los señores de la censura). La influencia británica se deja notar desde el primer momento, aunque solo sea porque se conduce por la izquierda. También se nota una multirracialidad que no deja indiferente a nadie, y menos si vienes de Pekín.

La primera parada turística que hicimos fue el Man Mo Temple, según cuentan, el templo más importante de Hong Kong. No está mal la verdad, pero dada la cantidad de templos que veremos este año (alguno que ya hemos visto por cierto), pues no impresiona mucho. Más teniendo en cuenta que todos son muy parecidos en la esencia: olor a incienso y estatuas de Budas.



Después de esto nos cogimos un taxi que, por cierto, son de 5 plazas más el taxista, lo cual nos vino de maravilla y nos fuimos dirección Victoria Peak. Puede que la imagen que tenemos de Hong Kong sea de rascacielos, lo cual es más que cierto. Pero también es verdad que desconocemos que a lo largo de todo el territorio que forma la Región Administrativa de Hong Kong hay mucho paisaje natural: montañas, playas, bosques tropicales… Pues bien, desde esta Victoria Peak se puede ver la isla de Hong Kong a los dos lados. Por un lado la parte más tranquila y verde y, por otro, el archiconocido skyline de Hong Kong (que no por famoso deja de impresionar, al contrario).




Una vez acabamos en el The Peak, que nos costó lo suyo despegarnos de semejantes vistas, nos fuimos a Lantau Island, otra de las islas que forman Hong Kong. El objetivo era subir a ver un buda gigante en lo alto de una montaña (poco atractivo a priori). Error. La subida a la montaña, en teleférico, deja unas vistas impresionantes de Lantau y del aeropuerto de Hong Kong que queda justo debajo. Son 20 minutos en los que mires donde mires te quedas atontado mirando el paisaje.



Una vez llegas arriba te encuentras con un “pueblito” de lo más artificial creado con fines únicamente turísticos y de venta de souvenirs. Supongo que tenían que sacarle rentabilidad a la isla por algún lado y no se les ocurrió nada mejor. Y, por supuesto, también se puede ir a ver el Big Buddha a lo alto, después de subir cientos de escalones. El monumento en cuestión mide 34 metros, una barbaridad, y más que un lugar de rezo budista es una atracción turística en toda regla. En cualquier caso, el viaje hasta allí arriba mereció la pena.


A la vuelta a Hong Kong fuimos a Kowloon, ya en la parte continental de Hong Kong. Allí subimos al edificio más alto de Hong Kong, al último piso: el 118º. Cuando lo ves desde el exterior no impresiona mucho, pues todo lo que tiene alrededor son rascacielos de no menos de 40 pisos. Pero una vez llegas arriba te das cuenta de que no es uno más, sino que estás en uno de los 5 edificios más altos del mundo. El precio por estar allí: 8 euros por una cerveza; pero disfrutar durante una hora de las vistas que tiene hacia Hong Kong Island ya de noche, no tiene valor.



Aquí les dejo una comparativa sobre los rascacielos más altos del mundo, aunque no estoy seguro de que esté del todo actualizada.



La última parada del día estaba calculada para las 8, hora a la que comienza la sinfonía de luces. Este espectáculo se celebra todas las noches en la Avenida de las Estrellas que consiste en que los rascacielos de Hong Kong Island van cambiando de iluminado al ritmo de la música que suena en la avenida. No extraña por tanto la cantidad de gente que había esperando a que empezara, pues es un must si visitas Hong Kong. Aquí van un par de fotos.





Aparte de las diferentes paradas turísticas, las calles de Hong Kong impresionan. Mención especial al tranvía, que parece sacado de alguna película de principios de siglo pasado. Subir a la segunda planta y ver el ir y venir de gente en las calles, es otra de las cosas que no se pueden dejar de hacer. Y al bajarte del tranvía, cuando ya crees que has visto todo, toca perderse por las empinadas calles, los mercadillos estrechos y concurridos y las sombras de los rascacielos de esta ciudad que llaman Puerto Fragante.

4 de noviembre de 2012

Un día cualquiera



4 de noviembre, un mes en Pekín, y la verdad que no sé que pensar. A veces digo: “¡parece que fue la semana pasada!”. Sin embargo, la mayoría de las veces pienso: ”parece que llevara aquí toda mi vida…”. Es una sensación muy extraña, pero es que una vez que empiezas a tener una rutina y te vas familiarizando con la ciudad, ya te sientes como si estuvieras en tu casa (aunque aún estoy muy lejos de sentirme como en casa).

Y de eso va el post de hoy, de las rutinas, de cómo es un día cualquiera de semana en la Capital del Norte.

El día empieza saliendo “tempranito” de casa para ir a la oficina.  Respecto a las casas, les recomiendo que no se asusten ni prejuzguen por el aspecto de la fachada, aquí el mantenimiento de los exteriores y de las zonas comunes de los edificios brilla por su ausencia. A mí me costó entenderlo, pero poco a poco te acostumbras.

Así que llegamos a la oficina. De momento, y hasta finales de este mes, solo vamos por la mañana pues por la tarde tenemos clase de chino. En diciembre, los actuales becarios de la oficina se marchan (¡buena suerte para ellos desde aquí!) y pasamos a trabajar mañana y tarde. Este periodo de aprendizaje se agradece mucho, pues en mi departamento, el de productos agroalimentarios, trabajo no falta precisamente: consultas, ferias, actualización de estadísticas, organización de eventos…

La foto de abajo es la oficina y, más abajo, el stand de la primera y única feria a la que he ido hasta ahora, sobre aceite.








Cuando acabamos tenemos una hora para comer y luego tenemos cuatro horas intensivas de chino.

¿Y qué hacemos al salir de clase? Pues depende. Los días que nos vamos directamente a casa el gran desafío es encontrar taxi. No se crean que es cosa fácil, a pesar de que hay más de 40.000 (o eso he leído), en hora punta o en día de lluvia es casi imposible. (Ya le dedicaré un post a los taxis y a los taxistas, se lo ganan a pulso cada día).

Los martes es el día del deporte. Digo esto porque, por el momento, es el único día de la semana que tengo algún plan para mover un poco el esqueleto y quemar las calorías de la semana. El plan consiste en ir a jugar a fútbol horita y media con amigos/conocidos españoles, argentinos y brasileños. El sitio en cuestión son unas pistas rodeadas de rascacielos en la zona de Guomao, en las que me siento como si estuviera jugando dentro del Street Football.


El resto de los días normalmente hay algo que ir a comprar. No sé como lo hacemos, pero si no es algo para cenar o desayunar, hay que comprar algo de ropa (y más ahora que ha empezado el frío y la nieve y me siento muy poco equipado). Además, puede parecer divertido pero el tener que regatear hasta para comprarte un llavero, hace que gastes una hora y media en comprarte un par de calcetines. (Más adelante también dedicaré algún post a la gran experiencia que supone ir de compras a un mercado chino).

En definitiva, 30 días que dan para mucho pero que también agotan a cualquiera. Así que para cambiar de aires e ir a un sitio algo más cálido, el fin de semana que viene hacemos el primer viaje del año. ¿Destino? ¡Hong Kong!