6 de enero de 2013

¡Ay Bali Bali Bali...!


La siguiente parada después de estar en Kuala era Bali, ese destino ideal en el imaginario de muchos europeos, americanos o australianos para pasar unas vacaciones. Se puede ver nada más llegar al aeropuerto, colas enteras de rostros pálidos esperando recibir una buena ración de sol en pleno diciembre.

Para los que estén un poco perdidos como yo cuando llegué, Bali es una isla de 3 millones de habitantes y que tiene un tamaño que es casi el triple que Tenerife, por si sirve de referencia.  Pertenece a Indonesia y la mayoría de la población, a diferencia del resto del país, practica el hinduismo aunque a su manera. Hay que destacar que Bali es conocida también como la isla de los Mil Templos, pues cada casa tiene su propio templo y los balineses son gente muy religiosa. Sin duda, ese es uno de los mayores encantos de la isla.



La llegada al aeropuerto ya fue todo una odisea. Nos dijeron que pagáramos 25 dólares para no hacer cola en aduana y pasar directamente, pero preferimos hacerla ya que teníamos tiempo. Al llegar al final, una hora después, nos dicen que igualmente había que pagar otros 25 dólares sí o sí, para entrar al país. Cuando Edu le pregunta que si puede ir a pagar y luego volver directamente sin hacer otra vez la cola, el policía le dice: “¿y qué puedes hacer tú por mí?”. Bienvenidos a Bali.

El primer día lo gastamos en la zona más turística de la isla, Kuta. No he estado en Benidorm nunca pero todo el mundo dice que es lo más parecido que han visto nunca, con la diferencia de que no hay rascacielos. Allí pasamos una tarde rodeados de australianos cachas, intentando organizar el desplazamiento de los dos días siguientes. Tuvimos que pasar por la policía para ver como estaba el asunto de sacar la licencia internacional de conducir, y esta vez tocó pasar un sobrecito por debajo de la mesa (y luego para nada porque no la utilizamos).  Hace mucha gracia el cartel de la oficina de policía que pone “we are here to serve you and protect you”.

Total, que ante el aviso de que conducir en Bali es complicado por la escasa señalización de las carreteras cogimos a un conductor que nos llevara (es una de las formas más utilizadas de moverse por Bali cuando eres turista, y es bastante barato). Aunque teníamos marcada una ruta que queríamos hacer, el conductor nos propuso un par de sitios a los que ir a los que dimos el visto bueno. Así estuvimos en un sitio de pinturas típicas balinesas, en otro de tejidos artesanales y en otro en el que hacían joyas y adornos de plata.  Y también en un templo bastante grande en Mengwi en el que nos cayó la típica hora de lluvia de todos los días.




Después de ir ahí queríamos ir a Ubud, centro cultural de Bali. El conductor sin embargo se empeñó en que no había mucho que ver y que íbamos justos de tiempo, así que pasamos de largo (gran fallo probablemente). Nos fuimos entonces a ver unas terrazas de arroz, que las hay por todo el centro de Bali pero hay un par de puntos en el que son especialmente bonitas.



De ahí, ya tocó subir hasta el hostal en medio de lluvia y niebla que hizo que no viéramos nada durante dos horas. Cuando llegamos, nos encontramos que eran las 6 de la tarde, no había nada en los alrededores, no había internet, solo dos cama con la típica tela de antimosquitos colgando del techo que le daba un aspecto muy romántico. Para matar el tiempo, nos cogimos una moto y nos dimos una vuelta por la zona durante un par de horas. En este punto mencionar también que Bali tendría que ser conocida también como la “isla del millón de motos”, porque es impresionante la cantidad de ellas que hay. Los balineses empiezan a cogerla a los 14 años, o menos, y no es raro encontrarte a 4 personas subidas en una.



Al día siguiente, tocó ruta por los lagos que hay en el centro de Bali. Primero la zona de los 3 lagos, y el templo Pura Ulan Danau Bratar que se encuentra en la orilla de uno de ellos. Este templo es, probablemente, el más famoso de Bali, aunque no el más grande.



De ahí nos fuimos luego al otro gran lago de Bali, Danau Batur, que tiene un volcán justo al lado y varias zonas de templos a los alrededores. El volcán por lo visto sigue bastante activo aunque la última erupción fue en 1963. Cuando acabamos nos bajamos ya directamente al hostal que teníamos en la costa.

Con las ganas de playa que llevábamos, dejamos las cosas, nos informamos de donde había una cerca y para allí nos fuimos a pasar el resto de la tarde. No quedaba mucho ya, pero mereció la pena porque la playa lo valía.

A la mañana siguiente nos íbamos a Lombok, isla que está al este de Bali. Aunque antes de eso nos dio tiempo a levantarnos a ver el amanecer y pasar un rato en otra playa cercana al hostal. A las 11 cogimos el barco que nos llevaba a Lombok. Cuatro horas tardamos en llegar por fin a Lombok (se suponía que tardaba 5, así que bien), aunque lo que no sabíamos era que íbamos a estar 2 horas más a 100 metros de la orilla varados porque había que esperar a que saliera otro barco para poder aparcar.





El plan para Lombok era pasar un par de días de playa, ya que nos habían comentado que estas eran mucho mejor que las de Bali. Así que eso hicimos, pasar un par de días descansando después de la paliza de viaje que llevábamos.





Lo mejor de esta parte del viaje: la forma de vida de la gente de Bali es para verla, gente muy alegre, muy familiar y que parecen saber disfrutar de cada momento. La arquitectura de los templos, por otro lado, es única, aunque cierto es que cuando vez varios ya son todos muy parecidos.

Lo peor: las expectativas puestas en Bali estaban muy altas, con lo cual no es de extrañar que no se cumplieran al 100%. La mayor decepción fue ver como una y otra vez el servicio al turista no es lo que se supondría en un sitio que es uno de los principales destinos turísticos del mundo. Aunque como dije los balineses se ven gente muy agradable, los que tienen algún tipo de intereses contigo intentan de alguna manera estafarte o jugártela de alguna forma (con el conductor acabamos un poco desquiciados).
La corrupción, por otra parte, era de esperar, pero hasta que no te la encuentras de frente no te das cuenta del daño que puede hacer a la percepción que tienes de un destino así.

Aparte de esto, tengo que reconocer, que aunque los paisajes merecen la pena verlos, no son tan sorprendentes como esperaba. Aunque todo se puede deber a que venga de las llamadas Islas Afortunadas, y no me sorprenda tan fácilmente. De hecho, no creo que La Palma, por ejemplo, tenga nada que envidiar al centro de Bali, o que las playas de La Graciosa o Fuerteventura sean peores que las de Lombok (todo lo contrario, están más limpias y tienen una arena mucho más fina).

Así que el viaje me ha servido para valorar más que nunca lo que tengo cerca de casa. Un destino, Canarias, que a lo mejor no tiene tanto renombre internacional como Bali pero que no tiene nada que envidiarle más que el marketing turístico que sí se ve que lo han hecho bastante bien. Porque, al igual que las terrazas de arroz en Bali son una atracción turística, ¿por qué no lo pueden ser las fincas de platanera de La Palma?

Foto de Los Llanos de Aridane, en La Palma, sacada del blog Els Penjats

Les prometo que yo no veo muchas diferencias…

PD: he hablando con mucha gente y hay opiniones para todos los gustos, los hay que acabaron encantados y los que se llevaron una gran decepción. La mejor opción es no quedarte con la duda e ir a verlo, eso sí, previo paso por Canarias para que puedas hacer tus propias comparaciones ;)

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