Los
cambios que ha experimentado China en los últimos años se dejan ver en muchos
ámbitos. En las ciudades los rascacielos se cuentan por decenas, cuando hace
unos años las casas no tenían más de unas pocas plantas; los coches y el metro
sustituyen poco a poco a otros medios de transporte más rudimentarios; la
tecnología ha llegado con fuerza y los teléfonos móviles parecen una parte más
del cuerpo humano, de la que es imposible separarse. Sin
embargo, llama la atención como estos cambios parece que no han afectado a la
población de mayor edad, que sigue haciendo una vida muy similar a la de hace
veinte años ajenos en cierta manera a todo lo que sucede en su entorno.
Se dice muchas veces que los chinos son una sociedad por lo general poco deportista. También existe la creencia de que la sociedad china vive por y para el trabajo y que no saben divertirse. Creo que tanto una como otra distan bastante de la realidad. A diferencia de España,
donde el consumo medio de televisión se sitúa en más de cuatro horas (una cifra
bastante triste por cierto) y ocupa gran parte del tiempo libre de la
población, y en particular de las personas mayores, en China la televisión no
es la encargada de ocupar las horas muertas.
Así, respecto
a la primera, si entendemos por deporte el fútbol, el baloncesto, el rugby u
otros deportes típicamente occidentales, pues es obvio que en China eran
desconocidos hasta la apertura del país hace un par de décadas. Esto no quita
para que existan otros deportes ampliamente practicados en el país y que
además, como no podía ser de otra manera, dominan en todas las competiciones
internacionales. Los más representativos son, sin duda, el pingpong y el
bádminton. Estos son deportes que no necesitan ni de mucha infraestructura ni
de muchas personas para poder jugarlo, por lo que en cualquier esquina puedes
encontrarte partidos o torneos improvisados.
Sin
embargo, uno de los deportes (aunque no conozco competición oficial, se podría
considerar deporte) más tradicionales y expandidos en China es el jianzi. A este
deporte se juega con una especie de pelota hecha de anillos de hierro o
plástico y con plumas en la parte superior y el único objetivo es darle patadas en un rondo sin que caiga al suelo. Parece simple, pero dominarlo cuesta, y una vez que lo
dominas los chinos se encargan de hacer de él todo un arte. Se trata de un
deporte que los chinos de más edad practican muy a menudo en parques, plazas o
cualquier otro lugar en el que haya unos pocos metros cuadrados libres.
Les dejo un vídeo grabado en el Templo del Cielo en diciembre. Se trata de una exhibición de cuarenta segundos de una chica dando patadas a esta curiosa pelota
de plumas. Les aseguro que si alguien grabara a Cristiano Ronaldo o Messi hacer eso con
un balón, nuestros queridos periódicos As o Marca lo sacarían en su versión
online al instante. No tiene desperdicio.
A
parte de estas actividades, existen muchos juegos de mesa que son muy
practicados en China. De hecho, muchos juegos famosos como el Tangram tienen su
origen aquí. Por supuesto, también las cartas es uno de ellos, pero hay muchos
más que por mi corta estancia en China (bueno, ya no tan corta) no he llegado a
conocer. A diferencia de lo que se puede pensar, cualquier lugar es bueno para empezar
una partida: la sombra de un árbol o de una sombrilla en mitad de la acera o la
capota de un carro de los años setenta.
La población femenina también juega a estos deportes, de hecho más a menudo de lo que pensamos, pero lo cierto es que la actividad reina entre esta parte de la población es la danza o el taichi. Es impresionante ver cómo a partir de la puesta de sol, en cada vecindario se juntan grupos de personas alrededor de un radio-casette para hacer taichi, bailar un tango o cualquier otra danza que implique mover un poco el cuerpo. Pocas circunstancias impiden este ritual (quizás la lluvia sea el único), pues haga -20º, 30º o un nivel de contaminación de 400, la motivación de esta gente siempre es suficiente para salir a hacer algo de ejercicio.
Por
último, cierto es que salir a bares a tomar algo o a discotecas no ha entrado
históricamente dentro del ocio (nocturno, en este caso) de los chinos. Al menos
hasta hace algunos años. En su lugar lo normal era y en parte sigue siendo quedar
a comer, jugar a los dados o a las cartas, o ir al karaoke. Esto no quiere
decir que las noches no vayan acompañadas de alcohol. Nada más lejos de la
realidad, según algunos estudios en 2011 se consumió en China alrededor de 62.000 millones
de litros de alcohol (entre cerveza, vino, licores y otras bebidas importadas) y las
tasas de crecimiento se mantienen en un preocupante 5-6% anual.
Es
una pena que todos estos hábitos empiecen a perderse tan bruscamente y que otras
formas de ocio menos sociales comiencen a preponderar entre la población más
joven. De ser así, parte de la cultura milenaria china quedaría tristemente enterrada por las nuevas tecnologías.
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